Desde niña, siempre fui muy observadora. Me intrigaba ver cómo una conversación podía cambiar el día de alguien. En casa había días de luz y otros más grises, momentos en los que comprendí que las emociones no desaparecen por arte de magia, sino que necesitan ser escuchadas y entendidas. Esa curiosidad por el mundo emocional me acompañó durante años.
A medida que crecí, la vida me presentó situaciones que desafiaron mi equilibrio emocional. Tuve que aprender a gestionar mis propios miedos, dudas y bloqueos. Fue ahí cuando entendí lo transformador que puede ser hablar, sentirse escuchado y, sobre todo, encontrar herramientas para sanar.
Decidí estudiar psicología porque quería ofrecer a otras personas ese espacio seguro que en algún momento yo misma necesité. La formación me enseñó mucho, pero el verdadero aprendizaje llegó al escuchar a mis pacientes, a quienes me confían su dolor, sus sueños y sus luchas diarias.
Con el tiempo, descubrí una herramienta que cambió profundamente mi práctica profesional: la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares).
Esta terapia permite sanar heridas emocionales de una manera sorprendente, ayudando a procesar recuerdos traumáticos que muchas veces nos mantienen atrapados en patrones de sufrimiento. Ver cómo mis pacientes liberan cargas emocionales y transforman su vida es, sin duda, una de las mayores satisfacciones de mi trabajo.
Hoy mi misión es acompañar a quienes, como tú, buscan comprenderse mejor o superar bloqueos emocionales.
Sé que pedir ayuda no siempre es fácil, pero aquí estaré para acompañarte en ese valiente camino hacia tu bienestar.